En estos días comienzan a inquietarnos otros asuntos como la reapertura de los centros educativos y las condiciones en que esto se hará para garantizar la seguridad de todos. La vuelta a los colegios es necesaria por sus beneficios como espacio de relación, intercambio social, de enriquecimiento cultural y juego, pero todo ello va a estar complicado y limitado. Una escuela abierta a la vida e inclusiva como la nuestra, además de promover el aprendizaje y el conocimiento, es un lugar de protección de la infancia y de compensación y es un espacio de relación con las familias. El colegio es mucho más que tareas, deberes y evaluaciones.

¿Cómo nos imaginamos todo este mundo de convivencia a partir de ahora?

¿Qué nos indicarán las instituciones educativas, para que nuestra actividad, esencial para el desarrollo de niños y adolescentes, pueda seguir realizándose no solo de modo virtual?

Algunos ejemplos que salen en prensa y en televisión, con la implementación de tantas medidas para evitar posibles transmisiones, parecen de ciencia ficción. Acostumbrados como estamos, a nuestras aulas configuradas en forma de U o en grupos, cuesta imaginarse volver a colocar a los niños en fila. ¿Y los proyectos de aprendizaje y el trabajo cooperativo y aprendemos en familia…?

El profesorado, que no ha dejado de imaginar y de crear, junto con las indicaciones que nos han ido dado a cuentagotas, manejando grandes incertidumbres y conflictos… ¡daremos vuelta a las clases! y buscaremos las fórmulas para salir adelante. Toca reinventarse y reinterpretar todos los escenarios que hasta ahora conocíamos. Es necesario conjugar la seguridad con el aprendizaje, y con un alto grado de responsabilidad, velar por un buen regreso a las aulas, cuando nos digan, cuando nos toque… cuando nos dejen.

Siempre hemos querido parar el virus, pero nunca la educación. Queda mucho trabajo por delante, muchas dudas por despejar, mucho reto que afrontar… pero a los que elegimos la educación como vocación, y nos encanta trabajar con niños y adolescentes, sacaremos la fuerza de donde sea para reinterpretar este momento.

En algún momento nos volveremos a mirar cara a cara, no solo a través de una pantalla y nos encontraremos miradas expectantes y ansiosas. Profesorado, familias, alumnos, toda la comunidad educativa y hasta el entorno cercano, tendremos que establecer nuevos diálogos, implementar nuevas rutinas, encontrar nuevas soluciones… Si como tanto se ha dicho, nos hemos hecho más resilientes y solidarios, será necesario avivar este gran tesoro para poder avanzar como comunidad educativa que somos.