En estos tiempos en que la cabeza da muchas vueltas y los corazones tampoco paran de sentir, nos preguntamos si nuestro cerebro y nuestras emociones serán las mismas cuando volvamos a la “vida de antes”.
Como Inmaculada Pérez-Tamargo nos decía en sus charlas en las reuniones de familias del 4 de marzo, nuestro cerebro no iba a ser el mismo cuando saliésemos esa tarde del colegio. Entiendo, que cuando salgamos de esta situación, en la que no hemos hecho más que aprender, nuestras cabezas y corazones habrán cambiado.
Nuestros miedos son distintos, nuestros anhelos también y por lo tanto nuestra vida se transformará. Algunas familias, que han dado respuesta a nuestros mensajes en este tiempo, valoran el tiempo de “reencontrarse” en casa, de “reconocerse” y quererse más. Muchos agradecen el trabajo y el esfuerzo del profesorado, tratando de llegar a todos y cada uno.
¿Se repensará la educación? Creo que ya se ha repensado, y los miembros de nuestra Comunidad Educativa, sabemos que hay situaciones que se dan en el día a día en el colegio, que no se pueden replicar de forma telemática. Una mirada de ánimo, una palabra adecuada, una ayuda, una explicación… hasta un consejo para mejorar, son situaciones de la comunicación verbal y no verbal que ahora no podemos hacer igual. Menos mal que estáis vosotras, las familias, que hacéis ahora parte de nuestra labor, pero como nosotros hacemos parte de la vuestra cuando los niños están en el colegio. ¿Ya no podrán los niños pequeños agarrarse a nuestra pierna? ¿Podremos retomar los juegos de soplo en Infantil? ¿Cómo estarán nuestros pupitres en el aula? Son tantas las preguntas que nos hacemos…
La educación que conocemos, la de siempre, la del colegio, la presencial, tiene mucho de cabeza a cabeza y corazón a corazón. Tiene mucho de dar y recibir. Dar tiempos al que necesita más para responder, recibir sonrisas e incluso gestos desafiantes ante enfados… Pero es que la educación es mucho de eso, de emoción y aprendizaje. Y con las emociones negativas también aprendemos.
Los niños en estos días han escrito mensajes en los que expresan muchas dudas, frustración, ambivalencia, tristeza, enojo… Son sentimientos difíciles de manejar hasta para los adultos, por eso, a ellos tenemos que acompañarles con dosis extra de paciencia, comprensión y diálogo. Todos hemos desarrollado a gran velocidad nuevas conductas flexibles y adaptativas para afrontar la situación lo mejor posible, pero no vamos a salir indemnes.
La ampliación de las jornadas laborales para poder adaptarnos a la tecnología, el sentir que no les dedicamos tiempo suficiente a los nuestros, las pérdidas sin las despedidas de siempre, los cumpleaños sin celebraciones, las videoconferencias en las que la comunicación se limita… son algunos ejemplos de los cambios en nuestras vidas. Muchas de estas situaciones provocan ansiedad, malestar y tristeza.
Pero no nos vamos a quedar con el mensaje de las emociones negativas. Vamos a profundizar en lo que somos y sacar lo mejor de nosotros mismos. Vamos a establecer metas realistas. Niños y adultos en este tiempo hemos redescubierto aficiones, retomado la risa en los juegos de mesa y sacado a relucir nuestra creatividad. Afortunadamente algunos niños, se han dado cuenta en esta situación, que el jugar con la consola les produce soledad. Echan de menos el juego libre en el patio o en el parque.
Más que nunca esto es un reto familia-colegio. No gana quien más hace sino quien consiga que, trabajando y practicando lo aprendido, adquiriendo nuevos conocimientos, facilitando las tareas a las familias, nuestros niños y jóvenes, superen esta crisis y aprendan de ella. Ojalá transformemos esta situación en una oportunidad de hacer a nuestro alumnado más competente en hábitos, estrategias de búsqueda de información, de expresión, de escritura, lectura, de cálculo, de razonamiento científico/matemático y de inteligencia emocional.
Os echamos de menos. Esperamos que pronto volvamos a nuestra rutina.